La crisis climática reporteada desde Latinoamérica conlleva ansiedades compartidas con el resto del mundo y desafíos delimitados por el contexto. Para Julieta Bogacoff, de Latfem, la falta de una mirada interseccional es un problema grande, sobre todo en los grandes medios, donde “cuesta mucho lograr que se entienda que la cuestión climática es transversal a otros problemas sociales”. Otro obstáculo que el periodismo ambiental debe superar son las perspectivas y categorías “extremadamente occidentales” a la hora de analizar el asunto. Además, resalta las limitaciones de un periodismo que requiere formación en temas extremadamente complejos, que abarcan desde cuestiones jurídicas a temas científicos, pero que se desarrolla en una realidad marcada por la precarización del trabajo: “Entre un periodismo que tiene problemas con la representación y la falta de presupuesto, se hace muy difícil”, resalta la periodista argentina.
Por otro lado, Alma Ríos, de Distintas Latitudes, subraya la necesidad de leer más historias sobre lo que se puede hacer, a modo de combatir el catastrofismo y la desesperanza. “El periodismo debería motivar a las personas a hacer cosas, a buscar soluciones”, subraya la diseñadora desde Ciudad de México. Como periodista de Mongabay Latam, Richard Romero está familiarizado con esta situación. “Las notas dedicadas a soluciones son las que más visitas tienen… Pero contar solo historias de soluciones es tapar el sol con un dedo”. De allí, que plantea como reto el presentar problemas complejos y comunicarlos de manera sencilla, que acerque a la audiencia hacia estas temáticas.
Lo que plantea Richard se conecta con los dos talleres que Jazmín Acuña, co-fundadora y directora editorial de El Surti, tiene preparados para la segunda semana de Latinográficas 2022. El primero aborda Cómo escribir con imágenes, donde enfatiza que al periodismo visual, hay que pensarlo como una puerta de entrada: “No tenemos que contarlo todo necesariamente, pero sí captar la atención de la gente para dirigirla hacia ese artículo de 6 000 palabras que queremos que lea”. No se trata de “sacrificar” el texto, sino de hacer espacio para contar con imágenes. El objetivo principal es captar la curiosidad y, en ese sentido, no es el texto quien tiene la última palabra, sino lo que funciona a nivel de ilustración y diseño.
En el segundo taller de la semana, Acuña abordó un tema específico para esta edición de Latinográficas, enfocada en la crisis climática y donde los becarios trabajarán para producir piezas a partir de publicaciones del proyecto Tierra de Resistentes: Cómo funcionan los discursos orientados a desinformar sobre la crisis climática.
Del negacionismo a las narrativas dilatorias
“En El Surti cubrimos fenómenos, no hechos noticiosos, no estamos detrás de la última noticia”, enfatiza Acuña. Específicamente, se enfocan en fenómenos que afectan las vidas del bono demográfico en Paraguay, como desigualdades de género, abuso de poder, desinformación y crisis climática. En los últimos años, los esfuerzos hemos dedicados a la crisis climática se agrupan dentro de una cobertura a la que llamaron “Futuros”. “Paraguay es el país más vulnerable a los efectos de la crisis climática y quienes van a pagar las consecuencias de la inacción son las poblaciones más jóvenes, quienes son también nuestra audiencia meta”, explica la directora editorial de El Surti.
Bajo la consigna de este medio, que es “comunicar de forma rigurosa y sencilla”, en Futuros se ocupan de revelar a los responsables del calentamiento global: las empresas, industrias que se niegan a reducir sus emisiones, y los políticos y autoridades que por omisión o complicidad les benefician. Asimismo, el equipo se dedica a narrar a quienes resisten en el campo y la ciudad los efectos de la crisis haciendo una apuesta consciente por publicar “las soluciones que se proponen y que se impulsan para cambiar la realidad de un planeta que así de caliente es inviable”.
En medio de todo este esfuerzo, la desinformación se ha convertido en uno de los desafíos más grandes para los periodistas en general, “pero en particular para aquellos que cubrimos la crisis climática”. Además, Acuña denuncia que la desinformación sobre la crisis climática viene muchas veces de los mismos medios: “A veces es tapa de diarios, a veces ocupa espacio en horario estelar en televisión y también se amplifica muchísimo en las redes sociales”.
Si bien el fact-checking o la verificación de datos ha sido una de las estrategias clave a la hora de contrarrestar la circulación de información engañosa, Acuña reconoce que esto no es suficiente. “El discurso que niega el calentamiento global antropogénico, o ese que es causado por actividades humanas, se sofisticó mucho en los últimos años y de eso es de lo que quiero hablarles hoy: de qué manera podemos mejorar nuestras capacidades de evidenciarlo y debilitarlo”.
¿Qué es la desinformación sobre la crisis climática?
La realidad es que no hay un concepto unificado sobre el tema, ya que los esfuerzos dedicados a entender cómo la desinformación opera en este ámbito son recientes. Recién en febrero de este año, el IPCC –Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático– citó a la desinformación y la politización de la ciencia como barreras claves a la acción contra la crisis climática. Fue la primera vez que un documento firmado por todos los estados miembros hace explícito al problema diciendo que esta retórica, producto de intereses económicos y políticos, debilita a la ciencia climática y ha contribuido a una percepción errónea de los riesgos climáticos y a una opinión pública polarizada en su apoyo a las acciones.
Sin embargo, una primera definición que comparte Acuña es la del climatólogo y geofísico Michael E. Mann, quien define la desinformación sobre la crisis climática como toda aquella información que contribuye a la distracción, demora, desesperanza, división y catastrofismo sobre la crisis climática y sus efectos. Es un esfuerzo por distraer la atención de las soluciones sistémicas.
La segunda definición proviene de Climate Action Against Climate Disinformation, una coalición que reúne a más de 20 organizaciones que trabajan contra la desinformación de la crisis climática. La desinformación sobre la crisis climática es, según esta fuente, en primer lugar, todo aquel contenido engañoso que erosiona la creencia en la existencia o los impactos del cambio climático. En una segunda instancia, implica aquella desinformación que distorsiona los datos científicos, ya sea por omisión o selectividad para disminuir la confianza en la ciencia del clima enfocadas en el clima los expertos y la solución. Finalmente, es información que publicita engañosamente algunos esfuerzos como que están en línea con los objetivos climáticos cuando en la realidad contribuyen al calentamiento global o se oponen al consenso científico sobre mitigación y adaptación.
La evolución discursiva
Acuña continúa explicando cómo se han sofisticado las estrategias y discursos para promover la desinformación. Empieza por el ya conocido discurso negacionista sobre el calentamiento global antropocéntrico, que se intensifica en los 90 con el primer informe de evaluación del IPCC que lanzaba la alarma sobre el calentamiento global. Los negacionistas sostienen que el cambio climático es un proceso del ciclo natural, que el CO2 forma parte de la vida, que su impacto en la atmósfera es mínimo. Otra forma de negación es atribuir una especie de “conspiración global” a los científicos que se “alinean” para manejar marcos analíticos sobre el clima que son provisionales y poco confiables.
Este tipo de desinformación utiliza argumentos ad hominem, ya que sus razonamientos pretenden desacreditar la autoridad de los científicos. Pero lo importante es saber que esta postura, este grupo, ha perdido fuerza ante la robusta evidencia científica y el consenso. Entre los negacionistas más radicales y literales, suenan familiares los nombres de líderes de Estado como Bolsonaro o Trump. Sin embargo, Acuña considera que este tipo de discurso hoy ocupa las márgenes del movimiento que desinforma sobre la crisis climática.
Los discursos que persisten se llaman “dilatorios”, son “potencialmente tan dañinos como el discurso negación”, en palabras de la editora. Estas narrativas no niegan la existencia del cambio climático, pero sí intoxican la conversación con desinformación para así distraer y retardar acciones contra la crisis. Su objetivo es paralizar los cambios necesarios en políticas públicas, lo cual se vuelve preocupante porque los especialistas advierten que queda poco tiempo para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, así como revertir el aumento de la temperatura global.
En el artículo Discursos del retraso climático (2020), Lamb et al. argumentan que estos discursos son engañosos, pues si bien aceptan la existencia del cambio climático, justifican la inacción o apuntan a esfuerzos inadecuados. En los debates contemporáneos sobre qué acciones deben tomarse, por quién y con qué rapidez, los defensores del “retraso climático” abogarían por una acción mínima o por parte de otros. Centran la atención en los efectos sociales negativos de las políticas climáticas e incluso plantean dudas de que la mitigación sea posible. En este artículo, se identifican cuatro tipologías de retóricas que, a la vez, comprenden doce clases de discurso. Estas son:
- Los que avanzan acciones no transformadoras: Enfatizan la idea de que “el cambio disruptivo no es necesario”.
- Tecno-optimismo: “Debemos enfocarnos en las tecnologías para hacer frente al cambio climático”.
- Mucha plática, poca acción: “Tenemos un target ambicioso”. “Somos líderes mundiales…”. Común en jefes de Estado.
- Solucionismo a base de combustibles fósiles: “Nuestros combustibles son más eficientes”.
- Nada de penalidades, solo estímulos: “Las medidas restrictivas van a fracasar”.
- Los que redirigen la responsabilidad hacia otro: Apuntan a que “alguien más debe tomar acciones primero.
- Individualismo: “Los consumidores son los responsables”.
- ¿Y qué pasa con…? (por ejemplo, excusas de estados del Sur Global). “Nuestra huella de carbono es trivial en comparación a [empresa, industria, país]”.
- La excusa del “beneficiario gratuito”: Otros tomarán ventaja.
- Los que enfatizan lo negativo: Bajo la idea de que “el cambio va a ser disruptivo”.
- Perfeccionismo normativo: “Todos deben estar de acuerdo con las soluciones”.
- Llamado a la justicia social: “Los más vulnerables sufrirán”.
- Llamados al bienestar: “Los combustibles fósiles conducen al desarrollo” “Los pobres tienen derecho a vidas modernas”. Como si fuera que este es el único tipo de vida moderna al que se puede aspirar.
- Los que postulan rendirse: “Es imposible mitigar el cambio climático”.
- Catastrofismo “La catástrofe es irreversible. Hay que adaptarse”.
- El cambio es imposible: “Cualquier medida va a afectar las formas de vida”.
Herramientas contra la desinformación climática
Ante este panorama de discursos sofisticados y dañinos, ¿cómo comunicar de forma responsable y efectiva contra la desinformación climática? Acuña cierra su charla proponiendo una serie de mandamientos que deben guiar toda cobertura:
- Es crítica. Escéptica de todo lo que se plantea amigable con el ambiente. No amplifica el greenwashing o “ecopostureo”. Lo denuncia. Los informes del IPCC son bien claros en cuáles son las acciones necesarias para mitigar el calentamiento global. Todo lo que no se enmarque en estas acciones son prácticas dilatorias.
- Investiga a quienes divulgan desinformación y narra el fenómeno. Es importante decir: “Esta persona tiene estos intereses para desinformar”. Necesitamos exponer tanto a los actores como a sus intereses. Es una forma de alfabetizar a la audiencia. Por otra parte, necesitamos narrar este fenómeno como lo que es: una historia de despojo del futuro. Las personas muchas veces creemos más en las historias que en los datos, y en ese sentido, esta es una historia perfecta: tiene protagonistas, antagonistas, conflictos, resistencias. Todos los condimentos de una historia que necesita ser contada.
- No cae en la trampa de las “dos campanas”. Es un falso dilema dar espacio a las voces en favor y en contra de la crisis climática, porque es muy claro que un bando tiene datos y el otro no. Entonces, se va a estar dando una visión distorsionada de la realidad.
- Comunica el consenso científico sobre el calentamiento global antropogénico.
- Educa. Ayuda a entender un fenómeno complejo de forma sencilla y también especializada. Para eso es importante que, como comunicadores, nos especialicemos en el tema. La crisis climática no es un hecho noticioso, es un fenómeno.
- No responsabiliza a la audiencia. No deposita la responsabilidad en acciones individuales. Esa es una forma de distraer la atención de los verdaderos responsables: las industrias y los gobiernos, que sí tienen el poder de frenar el calentamiento global.
- También atiende/visibiliza las propuestas de soluciones colectivas y sistémicas a la crisis climática.
Construye comunidades de confianza para promover la acción transformadora. Tenemos que acercarnos a las audiencias, abrir espacios de diálogo con ellas y tratar de mantener una relación horizontal.