“¿Por qué invitamos a Sara a Latinográficas? Porque creemos que ella y muchas artistas más, que le ponen ritmo a las denuncias sociales, comparten exactamente lo que estamos explorando en nuestro programa: llevar información valiosa a más personas usando el poder de la expresión artística”. Con esta introducción Jazmín Acuña arranca la entrevista vía streaming a la cantante y rapera argentina Sara Hebe.
Al momento de la entrevista, la artista se encuentra en Samaipata, un pueblo a tres horas y media de Santa Cruz de la Sierra donde ha cerrado su gira en Bolivia. «Después de la pandemia estaba queriendo ir a todos lados (…), con las ganas que estaban guardadas después de tanto tiempo sin poder viajar. Y sobre todo, que nunca había venido a Bolivia y no me lo perdonaba».
Hebe lanzó su primer disco, La hija del loco, en 2009 y desde entonces, ha recorrido su país y cruzado las fronteras del continente con letras comprometidas y ritmos pegadizos que fusionan géneros tan diversos como el hip hop, la cumbia, el reggae, el rock y la electrónica.
A este primer material discográfico le siguieron Puentera (2012), donde se incluye la cumbia-rap de protesta Asado de Fa; Colectivo Vacío (2015) y Politicalpari (2019), el cual la catapultó a la fama mainstream debido en parte a que El marginal fue tema de apertura de la serie de Netflix del mismo nombre. En septiembre de este año, lanzó el single México como adelanto de su nuevo disco.
«Cuando eras más joven bailabas hip hop y hacías teatro popular pero te quedaste con la música como medio de expresión. ¿Cómo influyeron estas primeras experiencias en tu lenguaje de artista?», pregunta Acuña. «Creo que más que influir, el teatro popular, el baile, el hip hop y todo lo que hice fueron células que compusieron lo que soy hoy», responde la cantautora de Violeta Perro.
«Yo soy de Chubut, Patagonia Argentina. Queda 1.500 kilómetros al sur de la capital. Viví allí hasta los 18 años, cuando pude mudarme a Buenos Aires (…) donde conocí a grupos de gente rapeando, enseñando teatro y hip hop. Ahora, gracias a la explosión de la información, de la tecnología –y en parte del capitalismo también– se logró descentralizar de la capital. Pero en 2001, cuando me mudé, fue que empecé a absorber todo eso que se convirtió en influencia y sustancia de lo que hago».
La música como banda sonora de los movimientos sociales
«¿Cómo nació tu inclinación hacia las causas sociales?», le consulta Acuña. «Creo que se dieron varias cuestiones que hicieron que a mí me conmueva lo que me conmueve. Me gusta usar esa palabra: conmover», subraya Hebe. «Es una cuestión de sensibilidad y de intuición. Creo que es por el hecho de que ancestralmente, tantas mujeres hayan vivido, sufrido en su cuerpo… Los rastros de esa historia, aunque no la hayamos vivido, está en nuestro cuerpo. Eso hace nuestra clase. Y podemos tener esa conciencia de clase o no».
Agrega el rol fundamental que tuvo su madre, una mujer «trabajadora, que luchó muchísimo para tener y para darme lo que tuve… Que sufrió situaciones de abuso de poder en su trabajo y muy sensible también con todas las causas sociales… Si bien no era una de esas familias que habla de política en la mesa». La otra instancia fue la escuela. «Una escuela pública a la que llegaron a dar conferencias mujeres representantes, por ejemplo, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Yo tenía 13 años y escuchar a estas mujeres hablar sobre desaparecidos y desaparecidas en Argentina me conmovió».
Hebe se insertó en una escena artística dominada por varones, especialmente la del rap y el hip hop. Pero desde su primer disco de 2009, las sociedades han experimentado grandes cambios impulsados por los feminismos: #NiUnaMenos en Latinoamérica, el #MeToo en el mundo anglosajón, la legalización del aborto en Argentina. Acuña reflexiona sobre este contexto y pregunta a Hebe: «¿Se vieron cambios en la escena artística también?».
«La escena musical hoy es más receptiva con las mujeres y con otras identidades no binarias gracias a la lucha de tantas mujeres, personas trans, travestis… Nosotras diseñamos nuestros espacios, los construimos y aparte, ocupamos esos espacios después de tanto tiempo», argumenta la cantautora de Historika. Por otra parte, cuestiona que «en un mundo en el que el sistema es capitalista», es inevitable que cuando los movimientos sociales conquisten espacios comiencen «a ser objeto del capitalismo». «No digo que esté mal, no lo demonizo. Pero digo que esto fue por tantos escenarios conquistados en todos lados: en el periodismo, en la salud, en la política…».
«Ante la emergencia de una derecha misógina, alienada, que mira con nostalgia las dictaduras militares, pero que se posiciona como rebelde, anti-sistema y atrae a los chicos, como el caso de Javier Milei en Argentina, ¿puede la música hacer de contrapeso?», pregunta Acuña. A lo que Hebe responde: «Siempre digo una cosa que escuché decir a una maestra, gran amiga y hermana que es Ana Tijoux. Para ella, la música puede ser una banda sonora que acompaña los movimientos sociales, pero la música por sí sola no puede cambiar las cosas».
«¿Qué pensás de la cultura de la cancelación? ¿Creés que es posible separar la obra del artista?», pregunta María Elizagaray, becaria de Latinográficas, desde Buenos Aires. «La cultura de la cancelación, no sé. A veces se torna peligrosa», reflexiona Hebe. Explica que para ella es un tema «difícil» y «delicado», pues «que se acuse a alguien sin pruebas, se volvió moneda corriente con internet» y que si bien «nació como una herramienta de denuncia», puede resultar «un arma de doble filo con la que hay que ser cuidadosa». Sobre separar a la obra del artista, opina que «depende de cada una».
Otra participante de la audiencia virtual transmite su interés por conocer los mayores aprendizajes que la rapera ha absorbido del movimiento feminista en Argentina. Para la cantautora, estos aprendizajes se sintetizan en un espacio: «el Encuentro Nacional de Mujeres» que se celebra todos los años en diferentes provincias. «Marchando juntas a pesar de las diferencias que tenemos… Es emocionante vivirlo». Además, puntualiza que las principales lecciones vienen de los movimientos transfeministas. «Creo que soy más de hablar de transfeminismo que de feminismo».
Componer después de la pandemia
«Las canciones que van a salir son muy diferentes a las del principio», subraya cuando le piden un adelanto sobre los temas del nuevo disco, el cual planea lanzar en febrero de 2022. «Lo que nos mostró esta pandemia fue que no tenemos certeza de nada, entonces a mí se me está haciendo muy difícil opinar, hablar y hacer tesis. Así que en las próximas canciones voy a remitirme a hablar de lo que siento».
Entiende que esto quizás le cueste la crítica de algunes seguidores. «Hay quienes piensan que cambiar de discurso significa cambiar de opinión», comenta y añade: «Yo sigo opinando lo mismo que opiné desde siempre, pero me es difícil hablar de lo que pasa en las nuevas canciones. Más que respuestas, lo que tengo son preguntas».
Subraya que para ella, lo que sigue siendo una constante son las ganas de comunicarse a través del juego. «Hacer canciones es un juego. Es un juego en serio». En lo lúdico, además, es donde encuentra un modo de dialogar con las nuevas generaciones. «A mí me encantan todas las artistas nuevas que hay, los artistas del mundo nuevo. Me gusta mucho todo lo que se produce y lo escucho con atención. Y creo que escuchar también es una manera de dialogar». Desde Montevideo, Faustina Bartaburu se interesa por el proceso creativo de crear música. La artista argentina le explica que a la hora de hacer canciones, hay muchos caminos posibles. En su caso, se trata de «escuchar el beat» que recibe de parte de los productores y productoras con quienes trabaja. A partir del ritmo, ella escribe las letras. «Soy muy buena robando frases. Creo que muchas de las cosas que digo están escritas en la calle y gritadas en las marchas».